Durante años hablamos de Gredos como "la promesa". Hoy ya no lo es: es una realidad consolidada. La sierra ha dejado de ser una rareza para convertirse en uno de los focos más estimulantes del vino español actual. Y no solo por la garnacha —que sigue siendo la gran protagonista—, sino por una forma de entender el vino que conecta con lo que los prescriptores y profesionales más exigentes están buscando: origen, elegancia, equilibrio y narrativa.
De outsiders a referentes
Lo que empezó como una corriente casi contracultural —pequeñas parcelas, elaboraciones sin maquillaje, suelos graníticos y viñas de montaña— ha ido ganando solidez, reconocimiento y mercado. Hasta entrar en las cartas de restaurantes top y en el radar de grandes distribuidores.
Hoy sus vinos compiten en seriedad con los grandes tintos del país, pero desde otro lugar: menos extracción, más tensión. Menos volumen, más profundidad. Garnachas que seducen no por la contundencia, sino por la precisión.
Un estilo que se afina
La evolución no ha sido solo comercial. Gredos está afinando su identidad, explorando los matices entre pueblos, altitudes y tipos de granito. Se habla ya de “la Borgoña ibérica”, y no es solo un cliché de marketing: hay un trabajo riguroso en torno al concepto de parcela, a las crianzas comedidas y a una expresión cada vez más clara del paisaje.
Incluso dentro de la D.O.P. Cebreros se empieza a reconocer esa diversidad con menciones a vinos de paraje o de municipio. Lo que antes era “vino de Gredos” hoy puede ser Navatalgordo, El Tiemblo o Villanueva de Ávila, con perfiles y alturas distintas. Y eso, para el profesional, es oro.
¿Y el mercado?
Gredos interesa. Mucho. Lo compran los que antes bebían borgoñas o Barolos, pero buscan algo menos obvio. Lo recomiendan sumilleres que quieren marcar diferencia en copa. El público especializado ve en Gredos una categoría emergente, con una curva de crecimiento sostenida y mucho margen aún por explorar.
Y no hablamos solo de garnachas. El albillo real, por ejemplo, está dando blancos que combinan madurez y frescura con una textura y una salinidad sorprendentes. La línea de futuro no es unívoca, pero sí coherente: territorio, carácter y elegancia.